Otoño de manos de oro.
Ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino.
Ya vuelves a andar por los viejos paisajes desiertos.
Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de todos los siglos.
Otoño, de manos de oro:
con el canto del mar retumbando en tu pecho infinito,
sin espigas ni espinas que puedan herir la mañana,
con el alba que moja su cielo en las flores del vino,
para dar alegría al que sabe que vive
de nuevo has venido.
Con el humo y el viento y el canto y la ola temblando,
en tu gran corazón encendido.
Ceniza de oro tus manos dejaron caer al camino.
Ya vuelves a andar por los viejos paisajes desiertos.
Ceñido tu cuerpo por todos los vientos de todos los siglos.
Otoño, de manos de oro:
con el canto del mar retumbando en tu pecho infinito,
sin espigas ni espinas que puedan herir la mañana,
con el alba que moja su cielo en las flores del vino,
para dar alegría al que sabe que vive
de nuevo has venido.
Con el humo y el viento y el canto y la ola temblando,
en tu gran corazón encendido.
¿De quién es el poema?
ResponderEliminarHola, Rat.
ResponderEliminarEs de José Hierro.
A veces muy duro y a veces muy tierno.
Besos
Me encanta el crujir de las hojas secas al pisar.
ResponderEliminarHace unos años dentro de un espacio parecido: el parque natural del Montseny, las pisé y aún recuerdo el sonido.
Besos
Joder, lo de todos los vientos de todos los siglos es buenísimo
ResponderEliminarFue mi profe, Pepe Hierro, y daba gusto oírle recitar. Una buena persona y un enormísimo poeta.
ResponderEliminar¿De qué hayedo es la foto? Tiene un punto de enrojecimiento y dorado magnífico.
Isa. Las hojas secas, producen un sonido que me gusta y me avisa que el invierno está en capilla.
ResponderEliminarMiguel. Esa frase impresiona ¿Verdad?
Nán ¿Fue profesor tuyo?
Voy a denominar " la semana de la envidia"
La mujer de Giovanni, pasea con Amin e Hierro fue tu profesor.
Me van salir canas de la envidia que os tengo.
A pesar de lo que digan, la envidia nunca será buena o por lo menos, la mía es de la peor.
Besos repartidos