jueves

La vida de los demás La emoción de una paje...



 En ese banco de la fotografía, Felisa y yo hemos hablado muchas tardes de  verano.
 La Puerta que se ve era la entrada a su mercado. Allí había de todo. Pan, pescado, carne, ultramarino y el bar, el único del pueblo. También era el estadio pues tenía un futbolín.

Sentadas en el banco, relataba, la historia de  su vida. Me hablaba de la guerra. De lo feliz que se sentía de la mano de su padre cuando le acompañaba, al amanecer, a llevar el ganado a la dehesa. La luna, a veces era tan grande que la asustaba mucho. Se reía al recordar su vida.

Aquí empieza la historia quiero hoy contar...

Aunque ahora es hija única, era melliza de otra niña que murió quince días después de haber nacido.
Sus padres hablaban de su hermana Mª José, como si se hubiera ido de viaje y ella, durante años pensó, que su hermana volvería.
Un día de Reyes, dejaron para ella una muñeca a la que llamó Mª José. Su hermanita había vuelto en forma de muñeca de cartón.

Su hermana, su amiga, su compañera de juegos y la mejor compañía para esas noches de tormentas y de miedo.
Varios meses después, en plena primavera, Un torrente de agua le llevó la muñeca. Cuando la recogió, los restos de la muñeca de cartón se deshicieron en sus manos...

Como no tuvo hijas, ni nietas, nunca compró muñecas. Me comentó que le gustaban mucho, pero que desde aquello, no quiso más muñecas.

Felisa vive ahora ente brumas.

El día cinco su hijo no la trajo a recoger el regalo con todos los demás. Nos comentó que había tenido una noche muy negra y que llevaba todo el día hablando de su hermana y pidiendo su muñeca.

Se me encendió una luz en la memoria y recordé la historia...

Quedaban dos muñecas pero tenían dueñas. Cambié una muñeca por un Lego y la guardé.

Vestiditos de reyes y de pajes nos fuimos a su casa. El hijo no entendía pero aceptó.
Allí estaba Felisa sentada junto al fuego. Los ojos como platos cuando nos vio entrar. Temblaba de emoción al  ver allí a los Magos y gritaba a su nuera:

- Mamá, los Reyes Magos existen y han venido a verme. He sido una niña muy buena. Papá se ha ido al monte a traer a las vacas, ahora cuando venga os preparo leche recién ordeñada, yo sé ordeñar las vacas y tenemos madalenas recién hechas ¿Tienen algún regalo para mí? Mamá puede decir que soy muy obediente ¿A qué sí, a qué sí?

La pobre nuera estaba alucinada. No entendía nada.Pobrecita

Me acerqué a Felisa y ella se retiró. No pude darle la muñeca. El rey negro y su paje le daban mucho miedo.

 Se la entregó Melchor.

Cuando la vio, se la acercó a la cara y empezó a besuquearla, abrazarla, achucharla y sentada en el fuego se perdió de nuevo entre las brumas.
- ¿Cómo vas a llamar a tu muñeca? pregunté sabiendo la respuesta.
- Ella es Mª José.No es una muñeca, es mi hermana...

*Me fui a mi casa y me tomé un chupito de ron.




 

17 comentarios:

  1. Devolverle a alguien ese recuerdo es meritoso, con llevarle la muñeca has avivado sus recuerdos sobre su hemana y aquella otra que se le volvió pedazos.
    Al fin entiendo lo de los chupitos ¡un brindis!

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    1. Montse.
      Son recuerdos mentirosos.

      Mentirosos y necesarios a veces, según la situación.

      Metidos entre las brumas de la memoria, nos empeñamos en hacer que vivan la realidad, los años actuales y les creamos una dolorosa situación que no aceptan y se ponen nerviosos y alterados. Se asustan demasiado y pierden el control.

      Un abrazo


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    2. Tienes razón, no lo había visto desde ese punto de vista.
      Besitos.

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  2. Todas ante el vacío de su mente vuelven atrás, a su infancia y a la casa de su infancia, las mejores veces y las peores al miedo y la inseguridad.
    De todas formas tú haces entrañable su historia.
    Abrazos

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  3. Una preciosa historia que solo podría haber salido de ti

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  4. Bonita historia a pesar de tanta bruma que me ha llenado el corazón de luz. Este año los reyes han estado a la altura de su legendaria magia.

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    1. Dongil, si tuviera una varita mágica quitaría todas la brumas, no dejaría ni una

      Un abrazo

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  5. ¡Chapeau! Un relato sobrecogedor. Y bien contado. Pero no se me aficione a estos bellos gestos porque, por lo visto, luego los termina pagando el hígado con ron. El que tenga tan buen corazón, no le asegura que el resto de vísceras resistan los excesos. Un beso.

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    1. Diarios, hace algún tiempo, un anónimo o anónima dejó un comentario donde decía que la autora del blog se daba mucho al ron.
      Ese ¡Chapeau! ¿no sería por la misma razón?
      Muchas gracias por su piropo.
      Un beso

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  6. Ah, y como en la entrada más reciente no deja poner comentarios, lo hago aquí:
    ¡SÍ SE PUEDE, COÑO!

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  7. Aunque triste bonito relato el que has hecho de los recuerdos
    de Felisa, debió sentirse feliz como una niña al veros.
    Al final es lo que importa hacer felices a los demás.
    Un beso!!!

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