martes

Celestina sin querer...


 
 
 
En estos tiempos locos que nos toca vivir, una historia de amor se agradece mucho.

Laura y Javier son dos de mis grandes amigos. Están, desde hace poco, en esa etapa de los grandes latidos de un amor incipiente que me hace muy feliz. 

Soy, indirectamente, la Celestina.

Laura se quedó sin amor hace unos años y dejó de creer.

 Al no encontrar trabajo me dice que irse a vivir a un pueblo , le vendría muy bien, y el mío, aparte de gustarle, por cercanía a Madrid, sería el lugar perfecto.

Hay vacas, gallinas por la era y terrenos pequeños que puedes cultivar. Puedes sentarte con la gente mayor y hablar tranquilamente. Te sientas en la plaza y hablas de la vida. En mi pueblo pequeño, el tiempo no se pierde, se gana con pequeños detalles. Esperar en la plaza a que llegue el frutero, el panadero, el pescadero y el que vende encurtidos y legumbres  es, un placer inmenso.

En el pueblo de al lado, un poquito mayor, hay, una gran biblioteca abierta todo el día y hay clases de todo. Un pueblo que rezuma cultura. Un buen lugar para vivir. Es lo que quiere  Laura. Me pide que le mire una casa.

Javier, tuvo la mala o buena suerte de que la novia le dejara dos días antes de la boda. Es un hombre estupendo que no cree en el amor. Vive en el pueblo. Tiene casas rurales y una cuadra de caballos.

Le llamo, le pregunto y le cuento sobre Laura.  Va a buscar una casa  y yo soy el contacto entre los dos. Harta de estar en medio, les paso los teléfonos  y  que se arreglen ellos.

Me fui de vacaciones y cada día si no me llamaba uno, me llamaba la otra. Los dos querían saber y yo, pobre inocente,  decía lo que pensaba: El día que la conozcas te  va a gustar. No vas a tener problemas a la hora a cobrar.  El día que le conozcas te va a gustar y hasta que te ubiques en el pueblo, te ayudará a conectar con la gente. Pensé, en la desconfianza, por ambas partes, a la hora de alquilar.

Pues no. Nada de eso. Desde el primer momento en el que conectaron se cayeron muy bien.  Ella daba los buenos días y él las buenas noches. Las horas intermedias  a base de mensajes.

Así querían saber…

Ella, con sus hermanas y un par de amigas fueron a ver la casa, les pareció genial, la casa, y por supuesto él.

El viernes pasado  se instaló. El sábado comimos allí: Cuando se marchen todos, quédate  por favor un rato más, que Javier va a venir. Quiero que veas algo.

Llegó con un precioso y largo beso. A mí ni me miró…


 

5 comentarios:

  1. Ay, qué lindo, y que esperanzador.
    Cómo me gustan esos pueblos que describes, por aquí los hay en la sierra, son pueblos unidos, blancos y enraizados.
    Noticia: Tengo novelita a punto de salir del horno.
    Gran abrazo.

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  2. Estas son las cosas auténticas de la vida, las que nos hacen felices a todos y nos llenan de esperanza ¡qué bueno que los conectaras! ¡qué bueno que algo empiece para ellos!
    Debes de estar contentísima ;)
    Muchos besos.

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  3. Me alegro por esas dos personas.
    Un abrazo.

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  4. Qué historia tan bonita, gracias por compartirla, un abrazo.

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  5. Pido perdón por la tardanza. Estoy aprendiendo a usar poco el ordenata y me olvido de entrar.

    Gracias y besos

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